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The monster is coming

by - April 08, 2020



Erase una vez una niña que creció entre monstruos...

Recuerdo en mi más tierna infancia los gritos atascados en la garganta, las pupilas dilatadas del horror, el pelo pegado al cuello del sudor, los nervios estallando en mi cabeza, martilleando todo mi ser.

Uno, dos y tres…en las rendijas de la caña húmeda por la lluvia se hallaban cientos de ojos, grandes ojos, amarillos, azules, verdes y rojos. Parpadean, hablan, las paredes de la habitación parecen hacerse cada vez más estrechas. Unas manos se aferran a mis pequeños brazos, me zarandean, alcanzo a ver el rostro congestionado de mi abuela y pierdo la consciencia.

Es luna nueva, oscura, no se asoma si quiera una estrella, las luces están apagadas mientras mi pequeño cuerpo reposa en la litera, el gran toldo traslucido aísla a los mosquitos eficazmente. No hay puerta, la manta que cubre su espacio ondea al repicar del viento, la habitación ahora es de cemento.
Unos, dos y tres…Veo la sombra, alta, delgada, encarnada en un hombre, el hombre que los ojos en la oscuridad me habían mencionado años atrás. No hay escapatoria, no hay pérdida de consciencia, el monstruo se acerca susurrando palabras amables, y no le temo, porque aun no entiendo: acaba de destrozarme la vida.

Los años han pasado y los moratones que mi tierna piel ha resguardado han desaparecido, no así las huellas. Las huellas pesan, aunque aún no se han convertido en cicatrices. La habitación es más pequeña, aunque sigo durmiendo en literas, las ocupamos dos ángeles con las alas rotas. La luz que se filtra es ínfima, insignificante, a modo de presagio, la puerta ahora es de madera.

Uno, dos y tres…el monstruo no la golpea, le hemos abierto desde mucho antes, descanso confiada, la infancia es fe, en ella no cabe la desconfianza. El viento golpea el cristal y mi pequeño corazón se altera, pero mis párpados pesan y prefiero no darle importancia. Unas manos se aferran a mi cintura, el roce de una gran camiseta acaricia mi espalda, y sonrío confiada, el monstruo finge caricias maternales y yo, estúpida, y yo, ingenua, continuo con los parpados cerrados. De repente el peso de su cuerpo en mis frágiles huesos, el aliento a demonio, las intenciones desveladas. Grito, forcejeo y huyo; pero no entiendo nada.

La niña frágil queda atrás, a fuerza de saña y maldiciones. La noche continúa llegando, los espectadores continúan ignorando, durmiendo plácidamente. Y entonces…cuando soplo la vela que mantiene encendida la luz, escucho un contundente repiqueteo en la puerta de hierro, la tortura no cesa


Uno, dos y tres…"hola pequeña, soy yo, el monstruo otra vez"

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