Noviembre 20

by - November 19, 2020

     

                                                                                                               (Ilustración realizada por 애뽈)

    Hoy es uno de esos días en los que no puedo pensar claramente, no he dormido, por eso mismo, debo escribir. He tenido mucho trabajo, me duele lo que tiene que dolerme, por cuanto haga falta, y la vida se me ha venido encima. Es este un escenario de los difíciles y he llorado bastante seguido estas madrugadas, la conclusión a la que me ha conducido el insomnio, sin embargo, es cuanto menos cálida, resisto tanto a creer lo que mis ojos no han visto, ni mi piel ha experimentado, que no voy, no puedo negar; me resulta extraño. He recorrido 365 días y he descubierto en mi mirada a una niña muerta de miedo, pero con ojos de luz, sonrisa escueta y piel abierta, esperando a ser tocada. Tomé una decisión difícil, difícil porque ni aun embelesada puedo ceder frente a lo otro, lo desconocido, lo irremediablemente doloroso, doloroso, dolor, mi vida ha estado tan llena de esto y apenas dimensiono; tu calidez ha sido un hilo de Ariadna.


Si, nuestra cercanía se traduce en convenciones asociadas a lo socialmente construido y aceptado como afectividad, para ser más concretos, afectividad sentimental, pero esta dimensión es apenas una pequeña pieza del repostero. Confieso que cuando estoy contigo mi piel vibra suavecita y tu espalda se siente en tacto de nube, calor de chimenea en los meses de navidad, de invierno. Me es fácil cerrar los ojos y anhelo siempre acariciarte, no pienso demasiado sobre estos impulsos, pero, sé, me alcanza para saber, que no me brotan de la nada, que hay en ellos una suerte de deseo consciente que trasciende la excitación torpe de los primeros días, días en los que no quería mirarte demasiado tiempo, por miedo a que notaras toda mi curiosidad e intriga.


 Llegaste despacio y con cuidado, siempre preguntando, un paso adelante de mi tosquedad, directo, breve, estructurado, estructuradísimo, pero tan paciente, amable y fuerte. Se sentía todo tan sencillo, en su puesto, en espacio propio... solo pude sentarme a tu lado y resignarme a querer estar cada día un poquito más cerca. Que bien se sintió tu tacto siempre, de verdad, nunca hubo miedo, supongo que esa debería ser la regla, no en mi vida por lo menos, tristemente. Tus dedos podían deslizarse por mi cabello, muñecas, espalda...recrearse en los pliegues de mi blusa, trazar el camino hacia mis pechos, darme tranquilidad, generar deseo, sugerir, avivar pura libertad. Por supuesto, a veces no sabía cómo ubicar las emociones y me quedaba extrañada observando tus facciones a contraluz. Más allá de lo físico, está el placer, que siempre me ha generado innumerables problemas, más allá del placer, está la confianza y luego, la calma. En mi método de observación científica, me ofreciste un resultado atípico y comencé a evaluar la veracidad de los epistemas. Volví al pupitre y no lo he abandonado.


Pero es que, no sólo he aprendido sobre los afectos, el acompañarse en pareja y todas sus implicaciones químicas. He aprendido, por causa natural, no porque haya motivos divinos, o en su defecto heliocéntricos, sobre la posibilidad de tomar decisiones diferentes, de vivir diferente. Amanecer en silencio y contemplar los átomos vacíos en color primavera. Y tal vez, tal vez por ahí está la respuesta, que no hay solo violencia, y que vale la pena tener fe y ser valiente, sobre todo, que puedo, que puedo permitirme tener fe y ser valiente...


Que lo merezco.


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