Preludios de un nuevo comienzo
Son las cuatro de la tarde y el sol comienza a escurrirse, las humoradas de las fabricas situadas a las afueras de la ciudad tiñen el horizonte de gris ceniza. Hace calor, no es particularmente novedad, no importa estación, amaneceres o crepúsculos.
El viento revolotea por los arboles situados cerca del puente, el río luce turbio y pasivo. La muchacha observa a la lejanía aquella casa a sus orillas que tanto le recuerda a la mansión embrujada de una de sus novelas favoritas.
Camina sola, con el mundo sobre sus hombros, la carga y la soledad parecen no molestarle, las ha asumido por completo. Luce triste, tiene la mirada embrujada, sus pesados pies de plomo son guiados por anhelos perpetuos, la brisa besa sus labios y su garganta se cubre de bilis. Han pasado años, incontables segundos, horas y días…continua perdida.
Su rostro de niña se ha afinado, el porte de una mujer madura se asoma en su semblante, sus ojos claros se han oscurecido, han aprendido a guardar secretos, su cabello ha crecido determinante, fuerte y negro, aferrándose a su cintura. Sus palabras se han vuelto concretas y acertadas, su cosmovisión del mundo sensible, profunda y hosca. Ha aprendido a despreciarse y a amarse con fuerte empeño, le ha declarado la guerra al mundo y ha comprendido que en dicha batalla solo resultará un muerto.
Es fuerte, decidida y astuta, posee convicciones poderosas, aunque por ello también peligrosas. Ha aprendido a amar la literatura, el conocimiento, ha aprendido a cuestionarse correctamente el funcionamiento de este mundo enfermo. Está orgullosa de sí misma, ¿Y cómo no estarlo? Es todo lo que tiene, ahora y desde siempre.
La noche ha comenzado a seguir sus pasos, el mundo queda atrás al cerrar la puerta y llegar a su pequeña patria de cuatro paredes… es entonces, solo entonces, cuando la muchacha se desmorona. No importa cuán fuerte sea, que tan arduo luche, solo desea encontrar de nuevo unos brazos amables que la protejan del mundo.
Un lugar seguro, donde pueda ser pequeña y frágil, un lugar donde pueda romper en llanto, pedir ayuda sin sentir reproches ni vergüenzas.
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