12 de marzo del 2021

by - March 12, 2021

Son las cinco de la tarde, llueve tras el cristal y las luces de los coches se arremolinan dispersas, la tira de la mascarilla presiona la montura de mis anteojos y las orejas me duelen ligeramente, suenan baladas en la radio, tengo veinticuatro años. Quien conduce es un joven en sus veinte, tiene el sonido de celular en altavoz y me entero de que debe rendir un examen de matemáticas al día siguiente, una voz maternal le responde que no se preocupe, que vaya sin prisas, que tenga cuidado con el mal tiempo y que el sepelio ocurrirá sin mayores contratiempos. Y desde hace un año, común, pero esta vez aterradora y dolorosamente cerca, la muerte se comparte distante, la violencia se difumina sobre el parabrisas y la vida continúa, como siempre, aunque no haya suficientes vacunas, aunque existan listas secretas sobre quienes acceden a esta, aunque en los hospitales se continúen presentando casos de sobreprecios y el tráfico de influencia esté a la orden del día. Aunque el virus exista, la prevención sea escasa, el bien común bien se exprese como una estafa suprema y las consideraciones bioéticas sean una prioridad postergada y las imágenes proyectadas sobre el porvenir se reduzcan a pura ceniza. Sigue, sigue, sigue, sigue, pero yo no sé qué hacer con todo el dolor que llevo en el corazón. 


Es marzo, en Guayaquil, otra vez.


You May Also Like

0 comments