Extremidades acalambradas y sol en tauro, soy una piedra bruta, orgánica. Francamente, ¿Qué más da? “Muéranse” sintetizo cabreada, porque todo lo que quiero es dejar de respirar, sentir, divagar. No sé cómo desarmar mis defensas, dejar de relamerme los labios en puro veneno, sigue atardeciendo como la primera vez que intenté suicidarme. Y mis huesos pequeños, desgastados se dibujan en hiel. Me abrazo despacio, el mármol me engulle en espiral, vomito saliva en medio de las contracciones furiosas de llanto.
El techo es blanco y el pecho me pesa menos.
Han pasado veinte años, y sigo sufriendo.
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