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La niña y el sendero de cerezos
Aquella mañana amaneció el cielo triste, pero los pajaritos cantaban alegres en el marco de mi ventana, entonaban hermosas melodías a modo de darme la bienvenida. Las sabanas de mi cama olían a lavanda, no había brazos cálidos ni miradas anhelantes, pero no me sentía sola, por primera vez en mucho...no me sentía sola. Miré con certero detenimiento mi antebrazo, recorriéndolo con tacto, no había siquiera cicatrices, no quedaba si quiera una.
" ¿Y Qué mas da que el tiempo vuele? ¿Y que más da que las alas se quiebren?"
Tranquila, como desde hacia una década no podía, descendí de la cama, me dirigí ensimismada a la ventana, era la segunda vez...y abrí la ventana deslizando mi mano al frío tacto de los copos de nieve. Mire el amplio jardín, cubierto de blanco, esperando por mí. La casa estaba sola, como antaño, tan sola, pero tan mía, como siempre. Y las escaleras de mármol sumaban veintiuno y descendí alegre, en el sofá estaba esperándome una muchacha de cabellos azabaches y ojos de malta. Yo también la esperaba, desde antes de nacer.
"El tiempo pasa"- susurra al verme
"Lo sé Lana, pero las apariencias engañan"-contesto entusiasta
El césped es cálido aunque el hielo lo atraviesa de extremo a extremo, nos sentamos bajo un gran cerezo y observamos como el pasillo de sakura se extiende hacia la primavera, indomable ante la tormenta de nieve, y entonces en el centro de la tierra comenzamos a cavar. El pasado es un monstruo remolón, duerme bajo las raíces de las esperanzas, absurdas y esquivas.
"El tigre albino ruge"-me advierte Lana
"Y el Fénix canta"-replico en mi escasa certeza
La pala choca contra la caja de hierro y paro, con el corazón latiéndome a mil, solo existe algo más poderoso y despiadado que la muerte; el tiempo, y como era de esperarse poco están preparados los adultos que nunca crecen para enfrentarlo. Abro la cajita con manos temblorosas, y al hacerlo una dulce melodía me envuelve, algo se quiebra dentro de mí, es una suave nana.
"Hasta el fin o nada"- tararea Lana, mientras saca de la esquina de la caja una piedra de jade.
"Hasta siempre, ha sido un doloroso, pero placentero rencuentro."-susurro decidida
Tomó la piedra con cuidado y abro los ojos de par en par, la vida en una de sus útiles lecciones me enseñó que nada sirve cerrarlos ante el dolor, la tersa piel, comienza a abrirse bajo el trazo de la piedra, tengo cuidado de tocar los puntos válidos y observo como el hilo de sangre desciende desde el antebrazo a la muñeca, la nieve bajo mis pies se tiñe de rojo.
"Ha llegado la hora, pequeña, hoy no hay vuelta atrás, si pensamientos misericordiosos."
Lana besa mi frente y se despide, rumbo al caserón de mi infancia, la observo de reojo y continuo mi camino. El sendero de cerezos es cada vez más vívido. Mis pasos son cada vez más firmes, y un cálido viento me acaricia el rostro, donde corren lágrimas de alivio y alegría. La melodía triste de la cajita se pierde en el camino y todo...todo lo que me parece oír en la lejanía es el suave tacto del agua caliente de la bañera, un llanto ahogado que llega tarde, como todos, como todo lo demás.
"Hasta nunca."
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