Noviembre

by - November 06, 2022

 


Hace un año, me encontraba bajo las sábanas, transpirando humedad, con una camisa celeste a la que le sobraban tres tallas, bastante confundida, asustada y también, enojada. Era un enojo sutil, una chispa leve que flotaba por mi estómago y que me llevaba a la certeza contundente de que; probablemente me estaba equivocando y de que probablemente no iba a funcionar, porque, al final de cuentas; ¿Qué acaso ha podido funcionar?

Y mientras la chispa seguía flotando, tenía los labios apretados y quería permanecer tan fuera de la mirada y del tacto del otro, como de las certezas que edifican mi terquedad y que me hacen querer abandonar todos los puentes que me unen al mundo, antes de si quiera intentar cruzarlos. Si pienso, que invitarme a caminarlos es un acto de insensatez e irresponsabilidad absoluta cuando no se pueden asumir ni los riesgos ni los daños. Si entiendo, sin embargo, después de todo, que no a todos les ruge en las tripas la necesidad de la premonición. Que importa, las omisiones también son una muestra de crueldad. No importa cuando o de que forma sobrevenga la noción de haber errado.

Oh, y claro que puedo mantener los labios apretados y albergar un espacio para la comprensión rotunda; una vía alternativa al eterno retorno y tratar de desbaratar mi propio lenguaje de ausencias y distancias, y entiendo, y significo, lógica, muy lógicamente.

Pero no sé perdonar;

Y ya no hay chispa alguna,

Estoy ardiendo.

 

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