Es de noche y parece ser que los restos de goma descansan sin inmutarse, que las sirenas se han perdido en un eco mudo, que los pacos han dejado de respirar bajo el agua y que la corriente del Pacífico escupirá sus cadáveres cerca de Cabo Verde. Corren los años ochenta y la muerte camina por los pueblos aledaños a la miseria, usa guayabera blanca, tiene la voz ronca, viste de patrón y de amo.
La tez ceniza color inocencia palpa bajo su lengua el sabor a metal, a hepatitis, a neumonía, desnutrición y abandono. La yuca majada asada entre ladrillos y carbón sabe a pura negligencia. Hay de quienes, no conocen caricias amables y se rascan la piel desollada en un colchón de espuma del que solo quedan los pedazos. De quienes tienen los lagrimales secos y crían furia animal en sus entrañas, a sombra de alcoholismo y explotación sexual. De quienes tienen derecho a nombrar al hambre.
Y en contradicciones se hacen;
Ruta de cocaína y cemento de contacto; marihuana y sicariato
Sonetos de vallenato, baile de cartas, cacareo de gallos...
Balas perdidas; Pedro Navaja, trece tiros, adoquines en sangre;
Y llegan los años noventa; el llanto que rasga el firmamento, nace en pañales de tela y se acuna en caja de zapatos,
En la noche inmutable, donde vistiendo de amo y patrón, entona jubilosa la parca…
¡La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida!