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La muerte vestida de blanco
La noche llega y las sombras poco a poco comienzan a comerle el corazón, la muchacha tararea una canción cerca de su ventana, las lagrimas comienzan a rodar por sus mejillas y resignada suspira. ¿Cuándo llegará el final? Las estrellas en el firmamento le responden a coro "no hay final" y la niña siente como lentamente las sombras destripan su corazón, los recuerdos son fieras de colmillos y garras fuertes. La luz de la luna ilumina la curva de su espalda, en ella los planetas de alinean verticalmente, aveces el destino suele estar implícito en las cosas más básicas y sencillas, no hay peor maldición que aquella que se perpetra en la cuna.
La puerta se abre lentamente y la penumbra se adentra en la oscuridad, entra una mujer esbelta y pálida, pálida como la porcelana, los cabellos negros le llegan a media espalda, viste de blanco y sus ojos son plata, color de luna. La niña la mira y sonríe, echándose a sus brazos sin dudar, su pecho es gélido, pero tan reconfortante...la cajita de la bailarina comienza a sonar, y la mujer la arrulla en sus brazos, mientras la niña frágil e ingenua se deshace en sollozos.
Los planetas que se reflejan en su espalda comienzan a quemar, y una línea roja se desliza desde su nuca hasta la cintura, dios, es tan doloroso como placentero,la mujer de ojos de luna acaricia sus brazos, contando cicatrices incontables y reprimiendo el llanto en la garganta, "cuanto tormento". Las tormentosas palabras, los incontables "adioses" el principio y el final. Y la daga que le ha clavado en la nuca resbala de su manos, los sollozos de la niña cesan y su respiración entrecortada se acompasa. La paz se refleja en su rostro y la muñeca de porcelana que estaba en la estantería se rompe en mil pedazos.
La nana continua y las estrellas entonan los coros mientras la dulce niña se desangra en la alfombra tapizada. Las decisiones inquebrantables se conciben también desde la cuna, justo como las funestas maldiciones...
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